Fue en la ciudad de Piedras Negras, en el estado de Coahuila, en un pequeño restaurante llamado “El Moderno”, también conocido como “Club Victoria”, en plena Segunda Guerra Mundial en el año 1943, cuando llegó un grupo de esposas de militares, unos dicen que eran 12, otros que eran seis al restaurante y pidieron de comer.
Hay quien dice que pidieron explícitamente una botana y cerveza fía. El restaurante ya estaba a punto de cerrar cuando entraron estas mujeres y el mesero no supo decirles que ya no le quedaba casi comida, por lo que optó por prepararles una ingeniosa receta con lo poco que tenía: totopos y queso, básicamente.
Dicen que el chef José Evan Chío Lu, fue quien guió al jefe de meseros en la receta, que llevaba totopos, queso, jocoque y chiles jalapeños, otros dicen que el jefe del comedor, Ignacio Anaya, fue a la cocina, cogió unas tortillas fritas cortadas en forma de triángulo que estaban en un tazón, queso tipo Wisconsin rayado, y se le ocurrió que estaría bien esparcir el queso encima de las tortillas, poner unas rajitas de chile jalapeño y meter todo al horno. Pero lo que sí es un hecho, es que aquella creación maravilló a las comensales que le preguntaron al mesero por su nombre. “Nacho”, fue la respuesta de Ignacio Anaya, pensando que se referían a su nombre y no al del plato. Por ello, la receta, inédita hasta entonces, adoptó por una confusión el nombre de quien las sirvió.
Desde entonces en los restaurantes de la región empezaron a ponerlo dentro de su menú. Posteriormente se llevaron la receta a la frontera y ahí le agregaron otros ingredientes, por lo que se convirtió en un platillo texano.
En la actualidad es uno de los platillos más pedidos en el norte del país y por los norteamericanos y ¿en México? ¡También!
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